El Tesoro escondido no espera turistas

Texto de Mayte Medrano

Palacio de Galiana desde la carretera de acceso FOTO: M. Medrano
Palacio de Galiana desde la carretera de acceso FOTO: M. Medrano

Cuentan que nunca hubo una reina musulmana más bella en el mundo. Había nacido para vivir en un palacio de ensueño y encontrarse con Carlomagno. Algunos aseguran que incluso se casó con él. Pero eso son sólo leyendas que se esconden entre las paredes del palacio que lleva su nombre. El Palacio de Galiana no recibe turistas. Se descubre despacio, como los grandes tesoros. Piedras y ladrillos dibujan formas geométricas desde su construcción en el siglo XI, cuando el rey taifa Al-Mamún mandó levantar el edificio en la zona conocida como “La Huerta del Rey” para convertirla en su residencia de verano. Después se reconstruyó en el siglo XIV y se restauró por última vez tras la Guerra Civil española. Este palacio se erige a las afueras de Toledo. Al otro lado de la muralla de la urbe milenaria, conocida como la ciudad de las tres culturas.

Detalle del patio FOTO: M. Medrano
Detalle del patio FOTO: M. Medrano

Una construcción mudéjar de dos plantas y repleta de ventanales de arcos de herradura que ofrecen, de un vistazo, un viaje hasta las viejas tierras musulmanas. Una fachada mira al estanque, a Toledo y al Alcázar, la otra al manso río Tajo. Jardines repletos de naranjos, higueras, olivares y almendros bailan entre arcos de ladrillos y vidrieras de colores. Un camino cercado por romero, tomillo y jazmín da paso a un espléndido huerto a orillas del río. El tiempo se ha parado en este palacio que aún conserva parte de su jardín botánico donde Ibn al-Wafid cultivaba sus remedios farmacéuticos. El médico y farmacólogo toledano nacido en el año 997 -conocido en la Europa Latina como Abenguefit- hizo de este huerto su laboratorio.

Sólo Curiosos

Un tesoro escondido que pasan por alto muchos de los que visitan la ciudad. Se ubica en las afueras de la muralla, en un lugar apartado más allá de la estación de ferrocarril. Los años han hecho que sea un rincón conocido sólo por los toledanos. De propiedad privada, ha pasado de Al-Mamún hasta Alfonso VI de Castilla. La llaves de la residencia real acabaron en las manos de la Emperatriz Eugenia de Montijo que se decidió a restaurarlo a comienzos del siglo XX. En 1931 fue nombrado Monumento Histórico-Artístico de la ciudad. Y en la década de los cincuenta se restauró de nuevo, para recuperar el desgaste sufrido tras la Guerra Civil. Nuevo diseño del jardín, renovación del estanque, antigua alberca musulmana fueron algunas de las propuestas de Carmen Marañón, hija de Gregorio Marañón. Hoy continúa perteneciendo a la familia del médico y humanista. Y entre sus planes está el de abrirlo al público para celebraciones especiales. Hasta que esto ocurra, no duden en acercarse a través del camino de arena que conduce hasta esta cápsula del tiempo repleta de leyendas y olores nuevos. A lo lejos podrán reconocerlo: dos torres rodeadas de cipreses y centenares de árboles frutales que separan la tierra castellana del Tajo.

El guarda Eustaquio muesta la llave del Palacio toledano. FOTO: M. Medrano
El guarda Eustaquio muesta la llave del Palacio toledano. FOTO: M. Medrano

Silencio, se rueda

El interior del Palacio, escenario histórico FOTO: M. Medrano
El interior del Palacio, escenario histórico FOTO: M. Medrano

Toledo guarda centenares de leyendas entre sus calles. Y el Palacio de Galiana no es una excepción. Se cuenta que Alfonso VI de Castilla logró hacerse con el poder de la ciudad después de dormir entre sus muros. Pero el verdadero mito está en el nombre. Galiana fue una legendaria hija del rey Galafre. Así como legendaria es también su historia: La reina musulmana más bella que ha visto el mundo huyó a París para casarse y convertirse al cristianismo de la mano de Carlomagno. El mito ha sobrevivido generaciones desde que el Palacio tomó su nombre en el siglo XVI. Y a propósito de leyendas, los muros del histórico edificio han sido escenario de decenas de series y películas tal y como cuenta el guarda Eustaquio. Durante nuestra visita, mesas de atrezo, túnicas, alfombras y pergaminos se apilan en sus estancias: es el día de descanso del equipo que rueda la última película. Eustaquio vigila que no se toque nada. Él es el encargado de mantener el Palacio y sus jardines. También lo enseña los lunes a los pocos curiosos que llegan hasta la puerta. Reconoce que “aquí no vienen turistas, porque está fuera del circuito que ellos recorren”. Una visita de una hora. Un paseo demasiado corto para descubrir el secreto de Toledo.

El Palacio desde el jardín a orillas del Tajo FOTO: M. Medrano
El Palacio desde el jardín a orillas del Tajo FOTO: M. Medrano

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