Texto de Paloma Martínez Lario
CIBRA es el acrónimo de un grupo español dedicado a la difusión del cine y que cumple ya cinco años de existencia. Ha creado un festival internacional, y este año, en el marco de sus actividades, ha hecho entrega de varios premios en distintas modalidades. Uno de esos premios ha recaído en Salvatore Cascio. A simple oído, este nombre no nos dice nada pero si nos susurran: sí, es Totó... el entrañable Totó de "Cinema Paradiso"..., entonces caemos en la cuenta de aquel niño de mirada inocente, constantemente asombrado ante la magia del cine, de la mano de su inseparable Alfredo (inmenso Philippe Noiret). No voy a comentar el film de Tornatore del que tanto se ha dicho ya. Sólo hacer tres reflexiones que tienen que ver más con la educación sentimental de una generación -la mía- que con cualquier otra ponderación de carácter intelectual, así es que pido perdón de antemano por la parcialidad de mis opiniones. Primera reflexión: el buen cine contiene tanta vida como la buena literatura y tanta capacidad expresiva como la fotografía, la música y la pintura juntas. Por eso es un arte plural- ¿quién lo duda?-. Segunda reflexión: sigue haciéndose cine de calidad pero nadie nos quitará a los nostálgicos la sensación de que los grandes títulos se dieron desde la década de los cuarenta a los sesenta, y que sus grandes estrellas no han vuelto a repetirse. Tercera reflexión: el blanco y el negro son los colores de los sueños...
Aún con el recuerdo de "Cinema Paradiso", me puse a buscar viejas películas que trataran el tema de las salas de cine que resistieron como altivas fortalezas el embate de la televisión, primero, y de otros enemigos, después, hasta sucumbir tras una larga agonía. Me topé entonces con una joya titulada "Splendor" del gran Ettore Scola, donde un inconmensurable Mastroiani da vida a un personaje que regenta la sala de cine que da nombre al film. Como Totó, el personaje comienza como el niño que se inicia en ese mundo fantástico de las sábanas blancas en las humildes plazas de los más remotos pueblos, hasta llegar a ser dueño de una hermosa sala en una pequeña localidad del mediodía italiano. La vida pasa en este lugar y el calendario inexorable deja caer sus días de papel. Pero en el "Splendor", el paso del tiempo lo marcan las películas que allí se estrenan: Metrópolis, La vida es maravillosa, Fresas salvajes, Escipión el Africano, La gran guerra, La batalla de Argel, Milagro en Milán, I pugni in tasca, Play time, La noche americana, Zeta, El árbol de los zuecos, Amarcord, Toro salvaje, El cazador, Padre, padrone, El año que vivimos peligrosamente... El final de la historia es el que nos hubiera gustado a los amantes del cine que hubieran tenido todos esos grandes templos que pasaron a mejor vida convertidos en locales de comida rápida, grandes almacenes o, en el mejor de los casos, en réplicas pequeñitas, pequeñitas, como si se avergonzaran de aspirar a las dimensiones de las grandes catedrales... La realidad es que -como dice otro personaje de la película- : "...¿ por quién doblan las campanas? No lo dudes: están doblando por ti..."
* Paloma Martínez Lario es Catedrática de Lengua y Literatura Españolas
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